La cifra mágica
Alejandro Armengol
Ante todo, una pregunta: ¿constituye el envío de remesas a Cuba una
fórmula para el financiamiento del régimen, como desde hace años vienen
afirmando en Miami, y recalcando los repetidores de ese exilio agotado
en fórmulas caducas, o es simplemente una ayuda humanitaria?
Una pregunta que nace viciada por el giro torcido que adquieren las
palabras con que se presenta.
Hablar de financiamiento del régimen implica un esfuerzo consciente,
dirigido a sostenerlo. No es esa la intención de quienes envían dinero a
Cuba, pero como aún casi la totalidad de la economía del país está en
manos del Estado ¯es decir, del gobierno¯, resulta inevitable que
cualquier remesa contribuya a la economía nacional, y por supuesto a las
ganancias del gobierno de los hermanos Castro.
Hay, sin embargo, un matiz que vale la pena recalcar: convertirse en
cliente obligatorio de determinada empresa –con independencia de que en
este caso esa empresa sea el Estado– no significa financiar un gobierno
hostil. Con el énfasis que se le otorga a la palabra "financiar", por el
exilio recalcitrante que rechaza los envíos de dinero y los viajes a
Cuba, lo que se intenta es reducir a colaboracionista del régimen de
Castro a cualquier hijo, hija, padre o madre de familia, tío o vecino
que visite la isla. No es más que un simple acto de intimidación verbal.
En este sentido, se trata de enmarcar en una disyuntiva política lo que
cada vez más se convierte en un asunto familiar para quienes decidieron
o se vieron obligados a irse de Cuba.
El imperativo moral cuenta como paradigma o ideal ciudadano, pero en la
práctica determina poco en las decisiones cotidianas de quienes viven
bajo una dictadura o gobierno totalitario. Así ha sido siempre y Cuba no
es la excepción. En medio del estancamiento que desde hace décadas
enfrentan las diversas confrontaciones que en un primero momento
definieron la situación cubana –exilio-patria, Cuba-Estados Unidos,
castrismo-anticastrismo– apelar al sacrificio y al sentimiento moral,
mientras se vive fuera de la isla, resulta en gran medida hipócrita.
Al final, lo que aún sustenta la retórica de restringir los viajes y las
remesas es una actitud revanchista, inútil por completo como estrategia
a la hora de buscar el fin del castrismo e inservible como táctica si se
quiere crear una situación que provoque una revuelta en la isla. Porque
el objetivo es ese: crear una situación de carencia que obligue a la
gente a tirarse a la calle. Más allá de la crueldad implícita en la
idea, deben señalarse dos puntos, que demuestran la estrechez de mente
de quienes alientan un aumento del embargo y el aislamiento económico
del régimen cubano. Uno es que ya está más que demostrado que cualquier
cierre económico total sobre Cuba no sólo es imposible, sino que el país
ha atravesado por diversas crisis en este sentido, tras las cuales el
régimen ha dado pruebas de su fortaleza. El segundo punto es que ha sido
precisamente el gobierno de la isla quien ha utilizado la escasez como
una forma de represión.
¿Por qué entonces este empeño en fórmulas caducas? En parte por
empecinamiento y soberbia. Empecinamiento que viene determinado por la
falta de voluntad e imaginación para buscar fórmulas mejores en el
camino hacia la democratización de Cuba. Soberbia como única vía de
escape antes de reconocer el fracaso.
Sin embargo, la cuestión no se limita a la persecución, una y otra vez,
de un ideal pospuesto y sin futuro a la vista, mientras la situación
cubana sigue empantanada en la miseria y la desilusión. Miseria impuesta
por el gobierno que por casi 53 años ha dominado el país. No hay duda en
ello. Pero en donde este exilio ultraderechista ha jugado el papel de
cómplice –consciente o inconsciente– de esa situación de estancamiento.
Y es precisamente ese papel el que está en juego en esos momentos,
porque cualquier propuesta para restringir el envío de remesas y los
viajes a Cuba tiene que ver más con el futuro que con el pasado.
El problema para los legisladores cubanoamericanos –que con afán
envidiable mantienen una lucha incesante a favor de las restricciones–
es que la fundamentación repetida por años, de que el dinero del exilio
sirve para financiar el régimen de Castro se está quedando sin sentido.
Y esto se debe al surgimiento y desarrollo de una economía que opera
dentro del sector privado. No importa lo limitado que este sector
resulta aún. No se trata tampoco de formular pronósticos sobre su
futuro. La realidad actual es que se han introducido elementos en la
economía cubana –cuentapropismo, cooperativismo, posibilidad de creación
de pequeñas empresas, compra y venta de casas y automóviles– donde el
dinero proveniente de Miami está llamado a desempeñar un papel fundamental.
Dinero de Miami. Hay que enfatizarlo. Otras ciudades, otros ámbitos, es
posible que contribuyan, pero el centro se encuentra aquí, en esta
ciudad. Y lo que está ocurriendo es que las remesas están financiando
menos al régimen y más al movimiento reformista. Esta realidad es lo que
en verdad preocupa a los legisladores cubanoamericanos.
Así que no tiene sentido preguntarse cuántos son los dólares que hay que
permitir para librarse de la acusación de estar del lado de los
genocidas. La pregunta es otra: ¿queremos o no queremos reformas en
Cuba? Discutir el alcance de estas reformas es válido, pero aquí ya
entramos en otro terreno y en otro debate.
http://www.elnuevoherald.com/2011/12/19/v-fullstory/1085447/alejandro-armengol-la-cifra-magica.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario