La postergación del meollo
Es el momento en el cual uno se pregunta cuánto tendremos que pagar
—nosotros, nuestros familiares, nuestros amigos— por esta restauración
capitalista tardía, como decía Cuesta Morúa, de casinos y pandillas
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 26/12/2011
Al mirar hacia atrás en este fin de año creo que algunas cosas han
efectivamente cambiado en la economía cubana.
Se han intensificado algunos procesos ya en marcha desde años
anteriores, como los repartos de tierras a expensas de las grandes
empresas agrícolas estatales, esos elefantes blancos improductivos en
los que muchos dejamos parte de nuestras vidas, y la ampliación —casi
con escrupulosidad quirúrgica— de los espacios para las microempresas
privadas en las ciudades.
Pero sobre todo, y en particular en las últimas semanas, se han
producido acciones que tienen un impacto cualitativamente diferente. Me
refiero a decisiones como liberalizar las ventas y compras de viviendas,
la autorización para el comercio directo entre cooperativas y empresas
turísticas y restitución de los créditos bancarios para inversiones en
negocios de servicios y agrícolas.
En artículos anteriores he argumentado sobre este tema. Desde mi punto
de vista estas acciones tienden a desfragmentar los mercados (y a la
propia clase burguesa en formación), a convertir tesoros en capitales, a
blanquear fortunas y a agilizar la circulación de los capitales en la
escuálida economía nacional. Se ha argumentado, y con sobradas razones,
que existen dificultades técnicas, económicas y legales para el
despliegue de estas medidas. Pero estoy seguro que esas dificultades
irán paulatinamente siendo acomodadas a los lados del movimiento
principal hacia una economía hegemonizada por el mercado como
distribuidor de recursos y valores.
Sin embargo, el problema clave de la economía y del ordenamiento social
nacionales sigue estando en el mismo lugar: el extenso sector industrial
y de servicios estatal tradicional, donde se genera algo así como la
mitad del PIB, y que se caracteriza por su bajísima productividad
producto del atraso tecnológico y la descapitalización que el sector ha
sufrido desde los 90. Excepto el área azucarera —reestructurada desde
hace varios años y agrupada ahora en una modalidad empresarial novedosa—
y algunas áreas que han experimentado inversiones extranjeras (como la
minería) aquí se ubican numerosas empresas que son en muchos casos las
únicas fuentes de empleos de comunidades completas y que
obligatoriamente deben ser "actualizadas".
Los lineamientos, el shopping list de la actualización, son difusos y
contradictorios sobre el tema, como corresponde a un asunto de alto
costo y sobre el cual aún no están las cuentas claras. Pero por lo
general se apunta a dos direcciones: descentralización y autofinanciamiento.
La descentralización empresarial significa, en el contexto cubano,
algunas oportunidades novedosas. Digamos que va a contribuir a modelar
un sector de gerentes estatales muy diferentes de aquellos
administradores envueltos en la triada trágica del no poder, no querer y
no saber. Y que estarán listos para saltar encima del patrimonio público
apenas se abra una puerta favorable a la privatización. Como ha sucedido
en China, donde este sector constituye la bisagra entre el sector
privado en expansión y el público en retroceso.
También, y ahora los invito a soñar, una empresa descentralizada es
siempre un mejor escenario para la participación de los trabajadores
sobre los procesos de toma de decisiones. En los escenarios
centralizados que han prevalecido en Cuba la participación de los
trabajadores ha sido informativa, acerca de lo que se decidía en el
nivel superior, y agregativa de demandas por parte de los trabajadores,
que podían quejarse acerca de la suciedad de los baños o del mal estado
de la comida. Pero no mucho más. No creo que sea algo diferente ahora,
pues los Lineamientos no mencionan prácticamente la participación de los
trabajadores en las empresas, pero al menos, repito, son un mejor escenario.
Pero al mismo tiempo la descentralización (y la eliminación de los
presupuestos blandos y los subsidios) pueden conducir a una relación
poco amistosa con las empresas existentes, y eso va a suceder
inevitablemente en las empresas cubanas. No quiero decir que la planta
industrial cubana —ineficiente, atrasada y descapitalizada— va a ser
exterminada por la descentralización y un mayor uso del mercado. Una
parte de las empresas pueden sobrevivir si se les prodiga una inversión
suficiente y una suerte de incubadora protectora de los primeros
tiempos. Pero otra parte no tiene salvación. Y esto va a significar
nuevas expulsiones de fuerza de trabajo que —junto con los cesantes de
las racionalizaciones en el aparato burocrático— algunos cálculos
apuntan al millón y medio de personas.
Y ese —por encima de cualquier otra consideración— será el asunto más
importante de la actualización del general/presidente en el próximo año.
Es decir, cómo dejar de circunvalar el meollo, de postergarlo, y
finalmente entrar en él. Es imprescindible para una economía cuyo ritmo
de crecimiento decae, la productividad apenas mejora y es cada vez más
dependiente de eso que eufemísticamente se llama "misiones de
cooperación", y que no es otra cosa que subsidios chavistas motivados
políticamente.
Es el momento en el cual uno se pregunta, como hacía Churchill, si
estamos en el principio del fin, o en el final del comienzo. Pero sobre
todo, cuánto tendremos que pagar —nosotros, nuestros familiares,
nuestros amigos— por esta restauración capitalista tardía, como decía
Cuesta Morúa, de casinos y pandillas.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-postergacion-del-meollo-272118
No hay comentarios:
Publicar un comentario