Viajes y remesas
Pedro Corzo
Los viajes y el envío de remesas a Cuba son un tema polémico y con
muchos aspectos a debatir.
Personas bien intencionadas defienden una u otra fórmula. Estar a favor
de los viajes y las remesas no implica una aproximación al castrismo y
estar en contra, no significa un rechazo a la familia o falta de
sensibilidad ante las penurias que genera la dictadura.
La descalificación por la posición que se asuma ante ese debate impide
arribar a acuerdos más importantes y trascendentes entre los que mas
allá de las diferencias en este asunto, están comprometidos con el
establecimiento en Cuba de una sociedad de derechos. Para esos, de una u
otra vertiente, no está escrita esta columna.
Hay una incongruencia entre los que están a favor del fin de las
restricciones, cuando no son capaces de exigirle al gobierno de Cuba
terminar con las medidas abusivas que padecen las personas que ellos
dicen defender.
Es también una realidad que entre los valedores de los viajes y remesas
hay organizaciones e individuos que solo protegen sus intereses
económicos, y otros que simpatizan abiertamente con el castrismo, pero
también es verdad que entre ellos hay enemigos del totalitarismo que
nunca han dejado de combatir la dictadura.
Ese sector de los que favorecen los viajes a Cuba, el envío de remesas,
el fin del embargo, que exponen su compromiso con la reunificación
familiar y la reconciliación nacional, deberían demandar del gobierno de
los Castro medidas que favorezcan tanto la reunificación como la
reconciliación de la nación y el fin de las disposiciones abusivas que
limitan los derechos de los ciudadanos de la isla.
Estos activistas que critican al gobierno de Estados Unidos por las
regulaciones que impone, y a las organizaciones de exiliados que apoyan
las medidas, jamás cuestionan al de La Habana porque exige a los
ciudadanos un pago de $150 para obtener un permiso de salida y una carta
de invitación que cuesta $140.
Deberían pedir en base a su sensibilidad, que se suspenda la multa de
$150 mensuales a los cubanos que permanecen más de 30 días fuera del
país. Demandar que el boleto del viaje de regreso no caduque en el mismo
momento en que se cumplen treinta días de la partida. Obvian que el
individuo tiene que comprar un nuevo boleto de ida y vuelta, algo que no
se practica en otro lugar del mundo.
A pesar de lo críticos que son de las decisiones de Washington nunca
aluden a que el dólar que el trabajador cubano en el exterior envía a
sus familiares a la isla es devaluado. Tampoco mencionan lo costoso de
las remesas. Es fácil averiguar cuánto cuesta enviar $100 a cualquier
país de América Latina y cuánto remitirlo a Cuba.
Otro ejemplo son las oficinas de viajes o paquetes a Cuba. Nunca estas
personas y organizaciones denuncian lo costoso de ese servicio.
Esta vertiente de ese heterogéneo grupo, que salvo excepciones, nunca
menciona los abusos del castrismo, ni se refiere a los disidentes que se
pudren en las cárceles, es fanática de los intercambios culturales.
Consideran importante que académicos de universidades americanas viajen
a la isla sin restricciones, pero no abogan para que los intelectuales
contrarios al oficialismo viajen a este país junto con los que
representan el pensamiento oficial.
Tampoco cuestionan al gobierno de Cuba porque les exige a sus ciudadanos
que viven en otros países solicitar visa de entrada, y que les obliga a
sacar el pasaporte cubano, aunque tengan otra nacionalidad, dicho sea de
paso, el pasaporte más caro del mundo.
Un aspecto relevante, que en justicia corresponde a quienes defienden
los viajes a Cuba, es exigirle al régimen que permita la entrada a
cualquier natural de la isla que quiera visitarla y que no guarden
silencio cuando un viajero después de cumplir los trámites, incluida la
infame visa, puede llegar a Cuba y ser devuelto al punto de partida sin
explicación alguna.
Si se demanda viajar sin restricciones de Estados Unidos a Cuba, ¿por
qué no le exigen al gobierno cubano que permita entrar a la isla a todo
natural de ella que desee visitarla?
Lamentablemente jamás consideran que las llamadas telefónicas más
costosas sean las que se hacen a Cuba y que todos los trámites de viaje
en la isla se deban hacer en moneda extranjera, preferiblemente el
dólar, y no en moneda nacional.
Ese sector es explícito en condenar las restricciones que determina
Washington pero jamás alude a la situación de los derechos humanos en
Cuba, ignoran olímpicamente los presos políticos y cualquier reclamo que
ponga en entredicho a la dictadura.
Periodista de Radio Martí.
http://www.elnuevoherald.com/2011/12/23/1089212/pedro-corzo-viajes-y-remesas.html
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