Las previsiones incumplidas de la economía en 2011
En vez de enfatizar el análisis de los fracasos productivos, las
autoridades en el consejo de ministros ampliado han vuelto a desempolvar
mitos y a establecer metas ficticias
Elías Amor Bravo, Valencia | 03/12/2011
Los pasados días 25 y 26 de noviembre se celebró la reunión ampliada del
Consejo de ministros en la que Raúl Castro citó algunos datos sobre el
comportamiento de la economía cubana en 2011, y al mismo tiempo,
insistió en la necesidad de continuar impulsando las reformas contenidas
en los "Lineamientos". Sobre este asunto, tendremos ocasión de aportar
algunas ideas en otro momento. Me interesa en esta ocasión prestar
atención a las cifras del crecimiento económico.
En dicha reunión, a la que asistieron los representantes más destacados
de los departamentos con competencias en gestión de la economía
castrista, se informó que la estimación del crecimiento del Producto
Interno Bruto en el presente año sería de un 2,7 %, inferior al 3 %
planificado.
Este incumplimiento en la previsión de las cifras de crecimiento tiene
consecuencias muy negativas para la economía castrista.
Primero, que la vuelve a distanciar del conjunto de países de América
Latina, que impulsados por la demanda internacional de materias primas,
han vuelto a registrar un ejercicio de intenso crecimiento económico que
parece alejar a América Latina de la crisis instalada en la eurozona. En
cambio, la economía castrista vuelve a observar cómo se frena su proceso
de crecimiento, sin que las medidas adoptadas desde el año pasado estén
dando los resultados esperados. Mala noticia para los que pensaban que
decisiones sueltas y con escasa reflexión, como la entrega de tierras,
las autorizaciones a los cuentapropistas, o el traspaso de viviendas
iban a cambiar las cosas.
En segundo lugar, y esto en clave interna, porque, una vez más, en la
economía "ejemplar" de la planificación central estalinista, en la que
todas las decisiones se encuentran sometidas a la voluntad de un "órgano
burocrático", que se cree superior a los demás, y por tanto, conocedor
de todo lo que los cubanos desean consumir y producir, han vuelto a
fracasar sus previsiones. Tremendo problema. En la economía de libre de
mercado, donde las decisiones de producción y consumo se toman de forma
simultánea por millones de individuos y empresas en base a la
información de los precios, se suele acertar mucho más en las
previsiones de los órganos reguladores. Cabe preguntarse por qué en el
régimen castrista, se producen de forma sistemática estos errores, que
al menos en teoría, no se deberían presentar.
Al parecer, la explicación oficial sitúa el problema en el ámbito de las
inversiones, "a causa fundamentalmente del incumplimiento del plan de
construcción y montaje para inversiones". Comprensible. En un entorno de
escasez abrumadora de recursos financieros, lo primero que se sacrifica
es la inversión productiva. Pero los planificadores de la economía
castrista deberían ser conscientes de que llueve sobre mojado, y la
perseverancia en la limitación de las inversiones tiene consecuencias
muy negativas sobre el potencial de crecimiento de largo plazo de la
economía. Si no se invierte en infraestructuras, si no aumenta la
participación de la formación bruta de capital fijo en el PIB, la
economía de un país se deteriora, envejece y se hace improductiva.
Ese es el "círculo vicioso de la economía castrista", imposible de
romper con su modelo de organización institucional, agravado con la
escasez de fondos existente en la actualidad, que golpea con mayor
fuerza a aquellos países que no tienen una bien definida posición en la
economía global. Los fondos procedentes de los petrodólares de Venezuela
ya no alcanzan a pagar los despilfarros de gasto improductivo del
régimen, y las remesas de las familias tienen un comportamiento peculiar
que a pesar de los mecanismos institucionales de exacción de la doble
moneda, escapan en un alto porcentaje de la voracidad recaudatoria del
régimen. Alguien debería ponerse a pensar en cómo obtener recursos
financieros, y la puerta del "Club de París" sigue cerrada.
Los errores en la previsión, después de medio siglo de estalinismo, con
su descenso del crecimiento respecto a lo planificado, corresponden
también, según la información oficial, a las caídas en producciones de
bienes de consumo fundamentales para la alimentación de la población
"como frijol, plátano, carne de cerdo y leche fresca", que obligaron a
la economía a incrementar sus importaciones de alimentos.
La pregunta inmediata es ¿pero no existe el embargo? Parece que no. Solo
para comprar leche en polvo, se gastaron más de 15 millones de dólares
por encima de lo planificado. En cualquier economía medianamente
eficiente, unas mayores importaciones no tienen por qué representar
menor crecimiento económico. De hecho, las importaciones suelen
apuntalar y potenciar el dinamismo de una economía, cuando esta carece
de los recursos y los debe comprar en otros mercados. Para que ello sea
así, y tal vez los mejores "maestros" a los que podría acudir la
economía castrista son sus "socios chinos o vietnamitas", se trata de
vender fuera bienes y servicios por un valor superior a la importación
de los productos necesarios. Con ello, el saldo comercial se torna
favorable y los recursos financieros que se obtienen incrementan el
ahorro interno, y con ello, los niveles de inversión. En la economía
castrista, la tradicional financiación con subvenciones del bloque
soviético eliminó este mecanismo simple de relaciones comerciales. Nadie
se preocupó durante medio siglo de estas cuestiones, y por ello, su
recuperación está planteando no pocas dificultades, sobre todo de
concepto. Dificultades que sólo se superarán con una amplia
liberalización económica y el retorno a la ortodoxia de los derechos de
propiedad y la economía de mercado.
Y aquí viene otra vez el "cuento de la lechera", porque en vez de
enfatizar el análisis del fracaso en estos aspectos, las autoridades en
el consejo de ministros ampliado han señalado que "a pesar de que en el
próximo año debe disminuir el volumen de estas importaciones de
alimentos, pues crecerá la producción nacional, no se logrará reducir
los gastos por este concepto, debido al aumento del precio de los
alimentos en el mercado mundial". Análisis que confirma lo expuesto
anteriormente. No hagan previsiones sobre crecimiento de la producción
nacional que no estén suficientemente justificadas. Luego vienen los
sinsabores. Por otra parte, si se prevén aumentos de precios de los
alimentos en el mercado mundial, adopten decisiones para su compensación
en la línea de exportar mejor, más y de forma inteligente, y sobre todo
de aprovisionamientos. Recuerdo cuando se analizaba a mediados de 2002
la decisión del cierre del sector azucarero por Fidel Castro, las
consecuencias negativas que ello iba a suponer. Sin potencial exportador
alguno, la economía castrista languidece, a merced de los mercados
mundiales.
Y entonces, para acabar de "colmar el vaso" del infortunio, la propuesta
del consejo de ministros ampliado para hacer frente a esta situación va
justo en la dirección contraria de lo que se debe hacer, según las leyes
básicas de la economía, las mismas que interpretan y aplican con éxito
los socios chinos y vietnamitas. Las autoridades responsables de la
economía castrista señalan, en tales condiciones, que lo "importante es
ahorrar cuanto podamos el combustible y buscar alternativas para
producir", "explotar mejor el empleo de la tracción animal en las
labores agrícolas y en muchos lugares todavía hay quienes no quieren
hacerlo si no es con el tractor". Es decir, volver a la época de la
colonia, ya no al siglo XX ni tal vez al XIX sino al XVIII, en los
orígenes de la expansión del sector azucarero que vio Arango y Parreño.
¿Y piensan que así es como van a aumentar la producción de alimentos?
Esta es la mentalidad de la dirigencia comunista en Cuba, y por eso, ni
"lineamientos" ni reformas "raulistas", ni créditos, ni cuentapropistas
van a dar solución alguna al proceso de entropía que se ha instalado en
la economía. La destrucción hacia la que llevan a la economía los
dirigentes del régimen sólo puede tener una justificación: la vuelta al
estalinismo cuando se observe que la vía elegida no es la adecuada. Y
entonces, el desenlace puede ser fatal.
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